domingo, 12 de junio de 2011

Compulso

Escribo casi con bronca. Debería estar estudiando, durmiendo. No debería estar acá. El fondo es una ciudad grande, al menos eso parece, camino y camino, y no veo escaleras. No veo cuerdas, huecos en el cielo amarronado. Hay pedazos de ámbar, que me dan un poc de esperanza. El resto es de un color tedioso. Yo les voy a contar cada paso, cada inhalación en este lugar miserable, en donde uno debe encontrar la calma, la sumisión total. Acá de a poco y gracias a Dios, las ínfulas van cayendo, van mutando, primero la impotencia, luego viene la sana sumisión. Se que es así, lo puedo ver en rostros de otros que toman café y son paciencientes, saben que van a salir. Es una ciudad abandona y bulliciosa, post-apocalíptica, con un sol panóptico. Un sol-control.
Hoy, 12 de junio, veo que todavía vive en mi el deseo de confiar, el deseo de mejorar. Si bien sigo en los arrabales de la locura y la miseria espiritual, confio en que voy a salir, adelante, arriba, abajo, a donde sea, pero voy a salir.
A medida que escribo, que vomito todo esto, la confianza me invade, como si esta fuera la forma de mostrame la salida, o mejor, la entrada a la vida. Escribir alguna vez para mi fue un escape, una máscara para defenderme, hoy, como creo haber escrito ya, es una espada brillante, es un cuerpo que la sostiene y sale corriendo, cual soldado de Juana de Arco peleando en Patay, en Orleans. La guerra para explicar la paz a la que uno puede llagar. Hoy Siento que es así, poruqe voy a tener que pelear mucho, cortar muchas cabezas, internas y ajenas, voy a tener que salir a matar a morir. Ya estoy muerto, ya estoy viviendo de nuevo, y así será siempre, matar y morir todos los días. Con la confianza, cada vez la lucha será más intangible, y estoy seguro que se irá diluyendo, hasta volverse solo un recuerdo que no debo olvidar.

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