I
Enloquecen martillos,
enloquecen rotos,
recios y llenos de lodo.
Lloran sus esquilas,
lloran su distancia,
y se buscan en el suelo.
un violin desvencijado y acuoso
ilumina la costa,
II
Demasiado sanguineo,
el cielo de oro
besa a la lluvia.
Demasiado puro,
su cuerpo se derrama
en el horizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario